jueves, 27 de mayo de 2010

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Tengo un innato mecanismo de defensa, ausente de transparencia, que se ve
acorralado por un sistema de violencia, donde entre líneas salta la 
insuficiencia de igualdad y subraya con sangre esa cancerígena dependencia
 de tener que transitar con sudor la realidad que se nos hace totalmente 
ajena, lejana, distante. Y así seguimos adelante 
caminando indiferentes con los ojos vacíos, el cerebro derretido,
y la débil sospecha de que hace tiempo nos consumen impune:
la esencia, la inocencia, la dignidad y la posibilidad de abrazar la
coherencia, con plena conciencia, dejando atrás la agonía de tener que
camuflarse en estereotipos coleccionables para soportar la tormenta de
información distorsionada, y publicidad saturada de mentiras implacables
que no aplaca ni el dolor ni la rabia de sentirnos bombardeados
por el glamour y la violencia.
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