martes, 8 de septiembre de 2009

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Un año después de su separación llegó el momento de trabajar sobre los temores de esta nueva etapa de su vida que, por cierto, no eran pocos.

--Es una salida con un hombre, Laura, nada más. No estás obligada a nada. ¿Qué es lo que te pone tan nerviosa?

--No lo sé. Creo que tengo miedo.

--¿Miedo a qué?

--A todo. A no saber cómo seducir y que salga mal, a que salga bien y tener que avanzar. Porque el tipo me va a querer llevar a la cama, te lo afirmo ya.

--¿Y eso estaría mal?

-- No sé, ¿vos qué pensas?

--Que es una opción para la cual deberías estar preparada. No tenés que acostarte con alguien si no lo deseás, no hace falta que yo te lo diga. Pero hay algo que tenés que pensar.

--Te escucho.

--Laura, uno suele tener la idea del amor que se ha forjado en la adolescencia, y el amor entre adultos es diferente.

--No entiendo.

--Mirá, cuando uno es adolescente primero se enamora del vecino nuevo, de un compañero del colegio o de quien sea. Alcanza y sobra con verlo pasar por la vereda. Jamás hemos cruzado una palabra, pero ya lo amamos. Después, si tenemos suerte, lo conocemos y nos ponemos de novios y, luego de un tiempo más breve o más prolongado, tenemos relaciones. En cambio, cuando uno, ya adulto sale con alguien…

--Ya entendí. Primero cogés, después si tenés suerte empezás una relación y muchísimo más adelante, si crees en los milagros, te enamoras ¿no?

--Y sí, más o menos así…

Se ríe mucho. Siempre se ríe mucho. Creo que ese sentido del humor, esa fuerza que saca aún

de sus flaquezas, es lo que le permitió no rendirse nunca.

Gabriel Rolón, Historias de diván Ocho relatos de vida

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